La capacidad de obedecer y de aprender lo que nosotros enseñamos forma
parte de nuestro concepto de inteligencia. Y está claro que hasta el perro más
lento, apagado y distraído puede obedecer más fácilmente que un gato.
Así es que algunas personas creen que la
habilidad de aprender rápido es un signo de inteligencia; mientras otras creen
que la verdadera inteligencia de los perros está en la habilidad de resolver
problemas. La habilidad de obedecer y aprender sin embargo no es la única
medida de la inteligencia.
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